La escorrentía se refiere al movimiento del agua, generalmente de la precipitación como la lluvia o el deshielo, a través de la superficie de la Tierra. Cuando llueve o nieva, el agua puede infiltrarse en el suelo, evaporarse o fluir sobre la superficie terrestre. La porción de precipitación que fluye sobre la superficie terrestre y se acumula en ríos, lagos y otros cuerpos de agua se denomina escorrentía. La escorrentía puede ocurrir en varias superficies, como el suelo, el pavimento o la vegetación, según la cobertura y el uso del suelo.
La escorrentía juega un papel importante en el ciclo del agua y puede tener efectos significativos en el medio ambiente. Puede transportar contaminantes de actividades humanas, como fertilizantes agrícolas, pesticidas y escorrentías urbanas, que pueden afectar la calidad del agua y los ecosistemas acuáticos. La escorrentía también puede causar la erosión del suelo, ya que puede arrastrar la capa superior del suelo, los nutrientes y los sedimentos, lo que puede tener un impacto negativo en la agricultura, la calidad del agua y el hábitat de las plantas y los animales. La gestión de la escorrentía es importante en las zonas urbanas para mitigar las inundaciones, controlar la erosión y proteger los recursos hídricos. Esto se puede hacer a través de prácticas como sistemas de gestión de aguas pluviales, pavimento permeable e infraestructura verde, cuyo objetivo es capturar y tratar la escorrentía para minimizar sus impactos negativos en el medio ambiente.
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