Las rocas metamórficas se forman cuando las rocas preexistentes se someten a calor y presión intensos sin derretirse. Este proceso puede ocurrir debido a una variedad de factores, como la actividad tectónica, el entierro y la subducción, o el contacto con magma caliente.
Durante el metamorfismo, los minerales de la roca original sufren cambios de textura, composición y/o estructura, lo que lleva a la formación de nuevas rocas con diferentes propiedades. Los cambios específicos que ocurren dependen de la temperatura, la presión y el entorno químico del proceso metamórfico.
Hay tres tipos principales de metamorfismo:
Metamorfismo de contacto: Esto ocurre cuando las rocas se alteran por contacto con magma caliente o lava. El calor del magma hace que los minerales de la roca original se recristalicen, lo que lleva a la formación de nuevos minerales y texturas.
Metamorfismo regional: esto ocurre cuando las rocas están sujetas a una presión y calor intensos en un área grande, generalmente debido a la actividad tectónica. La presión hace que los minerales de la roca original se alineen en planos paralelos, lo que lleva al desarrollo de foliación o formación de bandas.
Metamorfismo dinámico: esto ocurre cuando las rocas están sujetas a una intensa presión y esfuerzo cortante a lo largo de las zonas de falla. La presión y el corte hacen que los minerales de la roca original se deformen y recristalicen, lo que da lugar a la formación de nuevos minerales y texturas.
Los ejemplos de rocas metamórficas comunes incluyen el mármol, que se forma a partir de piedra caliza sometida a altas temperaturas y presiones, y la pizarra, que se forma a partir de esquisto sometido a metamorfismo regional.